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Mostrando entradas de abril, 2019

Somnívoro,a

Somnívoro: aplícase a los seres vivos que se alimentan de sueños, tales como los poetas, los perros abandonados, las enredaderas, los lienzos, los zancos o los psicoanalistas.

Ausencia

Una mañana te levantas, vas al baño y te encuentras la sombra de un rinoceronte a los pies del lavabo. El rinoceronte no está, pero ahí tendida está su sombra. Supones que el animal ha pasado por allí y se la ha dejado por descuido. Te preguntas si volverá a buscarla. Preparas un poco de té para recibirlo. Lo esperas mientras la infusión se enfría hora tras hora. No te atreves a salir por si el rinoceronte aparece mientras estás fuera. Empieza a nevar; la nieve atraviesa la ventana y va cubriendo el suelo de tu casa. La nieve alfombra. La nieve borra la sombra del rinoceronte. Cuando vuelves el rostro, a los pies del lavabo ves las huellas del rinoceronte. Solo las huellas.

Mmm...

Soy una interjección. Hay quienes piensan que nacer interjección es el primer paso para convertirse en un exaltado; eso les ocurrió a casi todos mis hermanos. No obstante, al haber engendrado mi madre a un ¡Ay!, un ¡Eh!, un ¡Arg! y un Mmm... a mí me tocó debatirme por siempre entre el placer y la duda.

Desideroflexia

Desideroflexia: arte de componer figuras mediante pliegues realizados sobre el deseo de los demás. Cuanto más numerosos y ceñidos sean los pliegues de la voluntad ajena, mayor podrá considerarse el mérito de la figura desiderofléxica.

Crianza

Ningún niño de la escuela se fijaba en él, parecía que ni tan siquiera lo veían. Para consolarlo, la mamá lo convenció de que él era en realidad el amigo imaginario de todos los demás. El pobrecito se tomó la tarea tan en serio, que desde entonces incluso la madre duda de su existencia.

Viaje en el tiempo

Gracias al ultraligero del tiempo creado por él mismo a comienzos del siglo XXII, pudo viajar al pasado, al polvoriento despacho en que su tatarantecesor en el cargo había creado algunos sabios inventos. Sobre la mesa de roble encontró unas gafas oxidadas, enteras, aunque con uno de sus cristales rajado; se las acomodó sobre el puente de la nariz y descubrió que en ellas podía verse el futuro; a través de sus lentes se vio a sí mismo en el despacho polvoriento de su tatarantecesor, observando mediante las gafas su propia imagen en el despacho polvoriento de su tatarantecesor, con unas gafas puestas en las que podía verse a sí mismo viéndose a sí mismo, perpetuo, fractal, en aquel despacho cubierto de gris. Quiso centrar su atención en la grieta del cristal, pero, tan estrecha era, que no hubo modo de descubrir lo que escondía el pasaje entre sus filamentos. Solo por el enigma de esa ranura se escapaba la esperanza de abandonar su espejo infinito.

El mago

Primero extrajo un conejo, luego dos palomas y un serpentín. Después un ventilador, seis paraguas, un cazamariposas verde, el armario ropero de Lady Wintermer, tres castillos franceses, la cordillera de los Alpes con un grupo de excursionistas moldavos y cuatro archipiélagos del océano Índico. Sin embargo, lo que verdaderamente nos dejó sin palabras fue el momento en que se sacó a sí mismo y a todos nosotros del fondo de su chistera.

Estrella

Sales a la calle y encuentras sobre el felpudo una estrella descarriada. Te pide que por favor la ayudes a volver a su lugar en la galaxia. Es tan pequeña que ni las enanas blancas notan su ausencia. Solicitas cortésmente que deje de gimotear como una doncella abandonada. La estrella se acomoda en el asiento del copiloto y juntos acudís al observatorio, donde un ilustre astrónomo os ofrece un buen telescopio. El sheriff os presta su rifle. Bajo el cielo nocturno del valle oscuro de invierno, localizas las coordenadas, calculas la ascensión recta y, con el cañón dentro del telescopio, disparas, lanzando a tu estrella de vuelta a casa. A lo lejos ella parpadea en un último guiño cómplice.

Turismo

Los responsables del museo habían recurrido a todo tipo de campañas para financiar la restauración del edificio, un antiguo palacete exquisito y decadente. Ninguna de las iniciativas había dado resultado: los visitantes, incluidos aquellos que se decían cautivados por las maravillas del museo, se resistían a aportar donativos para la necesaria rehabilitación. Hasta que la vigilante de los jardines, casi dejando caer la frase en el café que sujetaba entre sus manos, le sugirió al gerente la idea definitiva. En menos de un mes recaudaron un tercio de la cantidad necesaria. En el pequeño foso cercado bajo las palmeras, desde donde tan solo se veía el sucio adoquín de un asentamiento maya, dejaron caer un par de monedas. “Dice la leyenda que hay que pedir un deseo”, comentó la vigilante a los primeros turistas de aquel día. Un año después, el museo estaba restaurado. En la actualidad, todas las guías de viajes mencionan la leyenda. Ninguna menciona a la vigilante.

La mecedora

Se subía a la mecedora para viajar en el tiempo. Había que tener cuidado para no darse de bruces con la muerte, porque los años avanzaban muy rápido cuando uno se inclinaba hacia delante. Hacia atrás se podía recuperar la infancia, el verano, las bicicletas. De regreso, uno se miraba las manos como un espejo arrugado. La vejez estaba en el ángulo ciento sesenta. Pero la espalda siempre hacía por volver a otros días, y era tentador ir más allá, cada vez un poquito más allá del primer recuerdo. El juego era arriesgar en cada impulso, sabiendo que el precio de la infancia era darse luego de bruces con la muerte.

Planteamiento, nudo y desenlace

Me dice mi profesora del taller de narrativa que empezar un relato con una pregunta tan vaga, tan genérica, es de mal gusto. Por eso cambio el principio de este relato y comienzo con la frase “Me dice mi profesora del taller de narrativa que empezar un relato con una pregunta tan vaga, tan genérica, es de mal gusto”. Me dice entonces mi profesora que conviene separar la ficción de la realidad, y no aburrir al potencial lector (dice potencial con un doloroso hincapié) con cuestiones personales. Que transforme al menos algunos elementos. Por eso digo mi profesora de narrativa en vez de decir mi novia . Me dice entonces, ya algo molesta, que de qué sirve transformar los elementos si luego le confieso impúdicamente al hipotético lector la verdadera identidad del personaje. Por eso vuelvo a cambiar mi texto y les miento a ustedes diciendo mi novia cuando en realidad se trata de mi compañera de trabajo. Ante este nuevo comienzo narrativo me dice mi compañera que no me entiende, que si ...

Coral

La maestra de canto se niega a continuar enseñándonos. Dice que progresamos adecuadamente; demasiado adecuadamente. Nuestras voces cada vez suenan más armónicas, hasta el punto de confundirse con la música perfecta del mar y de la brisa. Todas a una, entonamos melodías tan bellas que ni los dioses mismos pudieron concebirlas. La maestra sufre, arrepentida y agorera: con la mirada fija en el horizonte, vemos aparecer a lo lejos, empujadas por el viento, las naves de Ulises.

Ciudad detenida

El viajero llega a una ciudad. Él ha caminado hasta alcanzar la ciudad quieta. Es la inmovilidad del lugar la que detiene sus pies, como si hasta ahora se hubiera deslizado por una cinta rodante que de pronto se parase. Como nadie en la ciudad recuerda cuándo esta se detuvo exactamente, cada uno vive la ciudad inmerso en un tiempo diferente. Hay quien se encuentra en un mercado medieval rodeado por murallas y jubones y quien se levanta al amanecer para cazar mamuts. Algunas damas distinguidas son princesas de la Rusia zarista mientras que otras de igual distinción visten túnicas romanas y hablan en latín. Los obreros de las fábricas se mezclan en las tabernas con juglares y enciclopedistas. Todos los tiempos posibles andan entremezclándose en la vigilia y el sueño de sus habitantes. Tejen un entramado temporal imposible y real. Todo porque la ciudad se detuvo y no supieron de qué lado del tiempo se había quedado cada uno. Lo curioso es, sin embargo, que todos conviven con extrema natu...