Me
dice mi profesora del taller de narrativa que empezar un relato con
una pregunta tan vaga, tan genérica, es de mal gusto. Por eso cambio
el principio de este relato y comienzo con la frase “Me dice mi
profesora del taller de narrativa que empezar un relato con una
pregunta tan vaga, tan genérica, es de mal gusto”. Me dice
entonces mi profesora que conviene separar la ficción de la
realidad, y no aburrir al potencial lector (dice potencial
con un doloroso hincapié) con cuestiones personales. Que transforme
al menos algunos elementos. Por eso digo mi
profesora de narrativa en
vez de decir mi novia.
Me dice entonces, ya algo molesta, que de qué sirve transformar los
elementos si luego le confieso impúdicamente al hipotético lector
la verdadera identidad del personaje. Por eso vuelvo a cambiar mi
texto y les miento a ustedes diciendo mi
novia cuando en realidad
se trata de mi compañera de trabajo. Ante este nuevo comienzo
narrativo me dice mi compañera que no me entiende, que si pretendo
tomarle el pelo, que si acaso se me ha pasado alguna vez por la
cabeza que ella podría rebajarse a tener una relación seria conmigo
solo porque una vez nos refocilamos juntos en mi catre, que los
orgasmos eran fingidos y que le parece indecente que airee sus
intimidades ante los muy improbables lectores de mi obra. Yo le digo
que no se preocupe, que nadie va a leer mi obra; lo de su diarrea
postcoital seguirá siendo un secreto entre ella y yo. Me dice
entonces que haga lo que me dé la gana y que me vaya a tomar por el
culo.
¿Por qué? – escribo como primer renglón de mi historia.
Porque es de mal gusto empezar un relato con una pregunta tan vaga, tan genérica.- me dice mi profesora del taller de narrativa.
Pero
ya se me han quitado las ganas de escribir el resto
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