Los barrotes de la cuna, al contacto con sus raquíticos dedos, resultan fríos. Se ha despertado de nuevo en mitad de la noche, agitado, inquieto. Terrores nocturnos llenos de golpes. Opresiva oscuridad. La entrepierna mojada una vez más. Por supuesto, dificultad para sostenerse en pie. Y apenas es capaz de hablar. Lo suficiente para un desesperado y berreante mamá, mamá. Pero mamá tarda. Él sacude los barrotes con toda su fuerza, raquítica también. Por qué están tan fríos. La memoria, vacía; solo la pesadilla rebota contra las paredes blandas de su mente. Presta atención: alguien respira dormido muy cerca; suelas avanzando por el pasillo. Mamá, mamá. Una voz gruesa se acerca detrás de un redondo haz de luz. De pronto, la voz y la luz le ciegan con estruendo la mirada: Tú, mamarracho, ¿quieres volver a la celda de castigo? Los barrotes, fríos.
Comentarios
Publicar un comentario